domingo, 1 de julio de 2012

Maestros involuntarios

"Del hablador he aprendido a callar, del intolerante, a ser indulgente, del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca no siento ninguna gratitud hacia esos maestros." K. Gibrán

Una de las cosas que hago sin querer, quizá un comportamiento heredado de mi época adolescente y convertido en acto reflejo, es observar cómo la gente que me rodea se comporta con los demás, con los desconocidos, en situaciones imprevistas,  y cómo habla de los demás. Observo sin ninguna intención de crítica ni afán de crearme juicio alguno de la otra persona, únicamente por curiosidad. Cuando era más joven  tengo que reconocer que, inexplicablemente, ligaba bastante y una de mis máximas ante eso era "para saber realmente quién es este chico, observa cómo se comporta con los demás pues contigo puede no ser natural." Y me llevé muchas sorpresas, muchas malas y una buena, la de mi marido pues era con los demás, de forma involuntaria, tan bueno y tan auténtico como conmigo.

Nuestros actos reflejos ante situaciones inesperadas desgraciadamente nos delatan. Cómo reaccionamos ante un mal pisotón o un golpe del carro en el super, ante alguien que se cuela en la cola de Zara tras quince minutos esperando, ante un niño que nos da un balonazo sin querer, ante una persona en el metro que se desmaya a nuestro lado... Son situaciones simples y cotidianas que dicen mucho de nuestro estado interior, de nuestra riqueza o pobreza de espíritu. Yo, personalmente, aprendo mucho al observar estos comportamientos, bien para intentar evitar reproducir en mí misma la mezquindad ajena o bien para tratar de impregnarme de la bondad observada.

Pero me surge, entonces, una duda trascendental: ¿Cómo hacer que nuestros actos involuntarios estén cargados de amabilidad y bondad? Y esto me lleva a una frase que he escuchado muchas veces pero que no sé de quién es "de la bondad del corazón habla la boca". Llenar nuestro interior de bondad y eliminar el rencor y la envidia que albergamos. Sólo así nuestros actos reflejos mostrarán la materia de la que estamos hechos.

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