martes, 26 de junio de 2012

La locura de Hans Rott

El otro día escuché en la radio la curiosa historia del compositor Hans Rott, contemporáneo y eventual compañero de piso de Mahler. Resulta que este músico austriaco nacido en 1858 presentó su recién concluida sinfonía en Re Mayor a Brahms con la intención de que la interpretase pero éste la rechazó alegando que carecía de talento y aconsejándole incluso que abandonara la música. Hans Rott encajó mal el golpe y en el viaje de vuelta, presa de un ataque de locura, hizo detener el tren en el que viajaba al grito de "Brahms ha llenado el tren de dinamita!" Al año siguiente fue ingresado en un asilo con un terrible diagnostico, locura y manía persecutoria. Allí continuó componiendo pero poco a poco fue cayendo en una profunda depresión, destruyó gran parte de sus obras y, tras varios intentos de suicidio, murió de tuberculosis en 1884.

Que historia tan triste!! Me ha hecho pensar en por qué anhelamos tanto la aceptación de los demás, en cómo un rechazo a alguna de nuestras creaciones puede hundirnos hasta tal punto. Bien es verdad que Hans Rott padecía, además, un trastorno mental que agravó su reacción ante el rechazo, pero qué dañino es, a mi juicio, basar nuestra felicidad en la aceptación del otro. Deberíamos basarla en el mero hecho de haber conseguido llevar a la realidad nuestros sueños. Nuestro amigo Hans Rott quizá se podría haber salvado si hubiera comprendido que el mero hecho de plasmar en un papel la música que sonaba en su cabeza ya había sido su mayor logro. ¿Qué sabia Brahms de lo que había en la cabeza de Rott? ¿Como podía saber si éste había sido fiel a si mismo, plasmando sus propias ideas en su composición, o bien se había traicionado escribiendo únicamente lo que sabía que querrian escuchar los demás? ¿No habría sido esto ultimo, en realidad, el peor fracaso? Pero nos empeñamos en desear la aceptación por encima de todo, sacrificando incluso nuestras ideas propias con el fin de gozar del beneplácito colectivo y aún sabiendo que las ideas que realmente cambian el mundo son aquellas que destrozan lo preestablecido, y, por tanto, las que todo el mundo rechaza en un principio.

Tras la muerte de Hans Rott, Gustav Mahler dijo de él "...Su genio se elevaba a tal altura, ya en esa primera sinfonía que escribió con apenas 20 años, que no exagero al decir que él fue el fundador de la Nueva Sinfonía, tal y como yo la entiendo. Pero lo que quería no llegó a conseguirlo plenamente..." Y esto confirma mi teoría, hay que ser valiente y no tener miedo a equivocarse, para poder aportar al mundo nuevas ideas, que andamos algo necesitados de ellas. Y ahora toca preguntarse, ¿con qué puedo contribuir yo?


PS: podéis escuchar aquí su sinfonía en Re mayor.

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